sábado, 14 de junio de 2014

Coincidencias



En la esquina había un bar.

Sergio, sentado frente a la ventana, tomaba café mientras la esperaba. "Si puedo, voy", le había dicho ella por el chat, "pero no te prometo nada, no sé a qué hora se va mi marido”. Ya llevaba casi una hora esperando.

÷    ÷    ÷

Al lado del bar, una casa con un cartelito en la puerta: “Los Varela”.

La Sra. Varela había llegado hasta el auto, en el garage de su casa, para darse cuenta recién allí de que éste no tenía la llave puesta.

 “¿Alguien sabe dónde están las llaves del auto?” gritaba ahora, desde la cocina. Sus hijos, encerrados en la habitación, no contestaban. Tal vez dormían, o tal vez escuchaban música a todo volumen, con los auriculares puestos.

÷    ÷    ÷

Tres casas más allá, un local comercial: “Cibeles - Objetos de Arte y Muebles Antiguos”.

Mauro y Andrea se habían ido a vivir juntos un mes atrás. Alquilaron un departamento a unas cuadras de allí. Una tarde, cuando Andrea volvía de trabajar, pasó por el negocio de antigüedades, vio una alfombra en la vidriera y pensó que quedaría muy bien en el living de su casa. “Hace juego con el tapizado del sofá, y no es muy cara”, le había dicho a Mauro.

Esa mañana, sin decirle nada a Andrea, Mauro fue a comprar la alfombra. La vendedora la enrolló cuidadosamente y la ató con rafia, convirtiéndola en un cilindro casi de su altura. Al ver lo que pesaba, le aconsejó a Mauro que tomara un taxi. “Yo te lo llamo”, le dijo. ”Tengo el teléfono por aquí. Enseguida vienen”.

÷    ÷    ÷

”Ya no va a venir”. Las esperanzas de Sergio se iban enfriando de a poco, como el café en el pocillo. Por momentos, intentaba recuperar algo de la ilusión perdida: “A lo mejor, el marido se fue a laburar un rato más tarde. Ella dijo que era profesor, o algo así”.

En el televisor del bar transmitían el Mundial. Japón - Grecia. “Me quedo hasta que termine este partido. Si no viene, me voy”.

÷    ÷    ÷

“Si no me voy ya mismo, llego tarde”, pensaba la Sra. Varela, mientras buscaba la llave de su auto debajo de la mesita de luz. “¡Encima, hoy tengo la reunión con los de Techint y quería llegar más temprano!”.

“¡Acá está, mamá! ¡Estaba al lado de la heladera! ¿Cómo no la ves?”, la retó Candela, su hija menor, mostrándole la llave perdida.

“Por favor, Cande, yo saco el auto y vos cerrame el portón del garage. Me tengo que ir volando. ¡No sabés el tráfico que hay a esta hora!”

÷    ÷    ÷


”Me dicen que hay mucho tráfico, no van a poder venir”, se excusó la vendedora.

Mauro era un tipo práctico: tomó el rollo de alfombra con ambas manos y se lo cargó al hombro. “No te preocupes, me lo llevo así. Gracias.” dijo, y salió a la calle.

“¿Para qué necesito un taxi, si estoy acá nomás? En cinco minutos llego...”

÷    ÷    ÷

Faltaban cinco minutos para que termine el partido, y ella no llegaba.

“Nunca más arreglo para verme con una mina del chat”, pensaba Sergio, acodado en la mesa del bar.

Pasaron los cinco minutos. Pasó el tiempo de descuento y la pitada final. Pasaron los reportajes a las figuras y el sesudo análisis de los comentaristas. Pasó la repetición de los goles. Al final, preguntó al mozo cuánto debía por el café, pagó y salió a la calle, en el momento justo.

Justo para ver cuando, en la casa de al lado, la Sra. Varela salía del garage en su auto, a toda prisa, llamando por celular a la oficina. “¡Esperenmé! ¡Ya estoy llegando!”

Justo cuando pasaba Mauro por delante de la casa, con su visión limitada por el rollo de alfombra que llevaba a cuestas, imaginando la sorpresa que se iba a llevar Andrea cuando la viera puesta en el living.
÷    ÷    ÷

Nuestras vidas son hilado. Todos los días, muy temprano, alguien a quien no conozco teje los hilos para que nos sucedan cosas. Solemos llamar “coincidencias” al cruce de estos hilos.

Hay días en que el Hilandero nos regala un hermoso atardecer. O nos permite encontrarnos con un ser querido. O redescubrir aquella vieja carta de amor que había quedado olvidada en un cajón.

Otros días, en cambio, nos somete al dolor y al espanto. Nos pone de rodillas y nos azota, sin explicarnos por qué. Creo (aunque no estoy seguro) que es para que no olvidemos que es él quien tiene el poder. El verdadero Poder.

Hasta que un día decide que ya no va a sucedernos nada más. Es el último día.

Que nuestros días brillantes nos den la luz que nos permita atravesar la oscuridad de los días aciagos.